dimecres, 19 de març del 2008

Protegir l'Horta?

Interessant article d'opinió a Las Provincias el 16 de març:
El ayuntamiento de Valencia ha presentado el nuevo plan urbanístico de la ciudad, que tiene, como grandes estrellas fulgurantes, el desarrollo sostenible -la gran moda mediática del momento- y la "máxima protección de 8.000 hectáreas de huerta".Es más, leyendo la información que ayer publicaba en este periódico Carolina Fernández, se evidencia que el nuevo dogma del pretendido desarrollo sostenible de la ciudad de Valencia se apoya precisamente en la protección de huerta alrededor del casco urbano, preservando un gran cinturón verde que se presenta no sólo como lo que es, un territorio agrícola, el soporte del trabajo y la actividad económica de sus dueños, sino con inquietantes ribetes de espacio dispuesto para el disfrute medioambiental de otros. ¡Pobres agricultores!, empobrecidos, incomprendidos y, encima, apaleados.Ningún ayuntamiento ha dicho nunca que pretenda cargarse la huerta de su término municipal; ningún partido político ha anunciado nunca un objetivo de tal estilo. Al contrario, todos proclaman siempre que quieren conservarla, y hablan sin parar de preservar sus valores, el paisaje, la red de acequias... y de hacer estudios sobre todo ello. ¡Qué inquietante! El ayuntamiento de Valencia también anuncia ahora nuevos estudios sobre la preservación de la huerta. Si hay que estudiarlo aún, mala cosa, señal de que todavía no lo tienen claro, le están dando vueltas. Acabarán creando alguna comisión de seguimiento, o un observatorio. Eso, los observatorios están ahora de temporada.Lo malo es que, al margen de todos los anuncios de protección, las huertas siguen menguando, todas las huertas del mundo. Natural, somos más gente, luego hay que hacer más casas, y la construcción es el motor del desarrollo... Miren lo que pasa ahora, cuando el motor se ha ralentizado, o se ha parado: crece el número de parados, la enorme maquinaria económica rechina por todos sus goznes.El gran eufemismo salvador es lo del desarrollo sostenible. Proclaman lo de la sostenibilidad y ¡hala!, todo vale si es en su nombre. El ayuntamiento de Valencia va por ahí, es la tonadilla del momento y hay que vender sensaciones, ilusionar a la gente, hacer como si sí pero no. Y se acaban protegiendo 8.000 hectáreas de huerta. Pero ¿no estaban ya protegidas?, ¿cuántas veces hay que protegerlas?, ¿cuántos gobernantes y cuántas instancias oficiales nos han anunciado estas protecciones en los últimos treinta años?, ¿es que son protecciones con fecha de caducidad, como los yogures?, ¿es preciso renovarlas, como el DNI? Pero, sobre todo, ¿que representa eso de aplicar la "máxima protección" a 8.000 hectáreas?; ¿en qué consiste esa protección? Pues, sencillamente, en que no se podrá construir sobre ellas. Hasta mejor ocasión, claro, porque la ciudad tendrá que seguir desarrollándose, ¿no?, como los demás municipios de alrededor, y eso significa crecer, construir. ¡Qué difícil es eso de compatibilizar el desarrollo con la sostenibilidad. Para muchos son términos discordantes.Por otra parte, ¿qué implica en la práctica proteger una determinada hanegada de huerta? Venga, ya está protegida, y ¿ahora qué? Nadie garantiza que siga siendo huerta, verde y cultivada, con esos caballones rectilíneos que componen la idílica imagen de millones de fotografías, el esterotipo por antonomasia del cultivo hortícola de primor, el admirado jardín con resultados comestibles.Porque la protección no incluye la obligación al propietario para que siga trabajando esa tierra. No podrá venderla al mejor postor, que a lo mejor es su objetivo, antes de cerrar la paraeta, pero nadie podrá hacer que apechugue como antaño, dada su edad y la evolución natural de las nuevas generaciones, desapegadas de aquello de agachar el lomo sobre el terruño, ocupación tan poco agraciada y menos rentable.Llevan décadas dándole vueltas a la noria y todavía no han caído en la cuenta de que la mejor manera de proteger algo es hacerlo viable. La huerta está clínicamente muerta, aunque todavía en la lánguida agonía, porque no da dinero, salvo vendiéndola para construir. Protegerla está muy bien, es lo que queremos, unos más que otros, pero hacerlo sobre el papel no asegura nada. Si no inyectan dinero, de una forma u otra, habrá 8.000 hectáreas donde no se podrá construir, pero nadie podrá asegurar que sigan siendo de una huerta maravillosa que queremos preservar. También puede ser un muladar lleno de escombros y colchones viejos.